viernes, 30 de diciembre de 2016

Baila conmigo


Aquí estoy de nuevo, sola en mi habitación, con una luz tenue que anuncia el final del día, con unas ideas que empiezan a despertar, algunas más rápidas que otras. Suaves melodías marcan el paso de mis dedos por las teclas, que empieza vacilante y va ganando velocidad conforme me introduzco en mi mundo interno, ese al que llego a parar cada vez que escribo y que tan olvidado estaba… Aquí estoy de nuevo, como si el tiempo no hubiera pasado, como si nada hubiera cambiado.

Pero el tiempo pasa y todo cambia. Ni las melodías que me inspiran, ni los objetos de mi habitación, ni la luz del día, ni siquiera yo y mis propias ideas somos las mismas.


Y sin embargo, en este momento de mi vida donde mi mundo cambia de gravedad a cada minuto, donde aparecen más preguntas que respuestas, donde encuentro bruma en un horizonte antes tan claro, donde algunos de mis valores empiezan a ser relativos y mi mente que ya consideraba abierta se abre aún más. Donde descubro que el hogar no es un país, una ciudad o una casa, sino los brazos que te reciben convencidos cuando no sabes a dónde ir. Donde descubro lo humana que soy, lo mucho que el corazón tiene que decir en nuestras vidas, cuando lo racional queda en segundo plano y algo más profundo y primario nos guía; y lo mucho que te dañas si lo ignoras. Donde aprendo que ser humana significa también ser imperfecta y cometer fallos y los acepto y vivo con ellos, aunque a veces emerjan de nuevo entre mis recuerdos para ponerme a prueba. Donde descubro que ante un futuro incierto lo mejor que puedes hacer es valorar cada minuto del presente y darle el significado que se merece. Donde atesoro cada momento del pasado que me hizo sonreir y aprendo del que me hizo llorar. Donde me encuentro en un punto y aparte de mi vida, en medio de lugar alguno, no formando parte ni del pasado ni del futuro, bailando en la rueda del presente, hipnotizada por sus vueltas, sus idas y venidas.

Es en este momento de mi vida donde me siento a observar esa rueda y me doy cuenta que por mucho que haya cambiado, me intuyo más yo que nunca.

Mentiría si dijera que me gusta todo lo que intuyo, que todos mis errores están justificados, que mis decisiones tienen mucha lógica y siempre son las más acertadas. Que soy completamente honesta. Mentiría si dijera que el bien de cualquiera me importa más que el mío. Al igual que si dijera que siempre tengo el mismo aplomo ante los desafíos que el que dejo entrever.

Así soy yo, fuerte y débil, sabia y tonta. Y no tengo miedo a ser yo, eso es lo importante y por ello doy gracias.

Me valoro y sé que tengo muchas cosas buenas, sé que puedo ser un gran apoyo, un gran entretenimiento o una gran cocinera. Puedo llegar a ser una caja de sorpresas o un libro abierto. Puedo sentirme cómoda tanto rodeada de gente como rodeada de árboles. Sé que también tengo cosas malas, sé que puedo ser muy difícil, que exijo mucho si no estoy satisfecha y que a veces ni yo me aguanto. Sé que pienso intensamente las cosas pero que nunca me echo atrás ante una decisión. Sé que a veces soy tozudamente valiente y que eso me ha causado tanto admiradores como enemigos.

La rueda sigue girando, la aventura sigue su frenético rumbo y yo sigo aquí en medio, bailando sola en medio de cada vez más gente, aunque a veces me maree o tropiece o pierda el ritmo.

Por muy complicado que sea este baile, este mundo, es solo mío, mi mundo: bello, irrefrenable, sin máscaras y lleno de contrastes. Pero sigue siendo mío.





No lo cambiaría por nada.

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