martes, 11 de noviembre de 2014

A ti.

Me había olvidado por completo de la existencia de aquel pequeño muñeco de esparto. Aquel que antaño lucía siempre una sonrisa, aquel cuya alma resplandecía más que el Sol, el ser más optimista que en mi vida hubo sobre la faz de la Tierra; ahora intentaba protegerse inútilmente de mí entre unas temblorosas manos de trapo, inmensamente distinto tras mi ausencia.
-Eh, soy yo ¿No me recuerdas? Vamos, no voy a hacerte daño.- susurré con la voz más suave que pude, temiendo que una sola nota discordante lo rompiera en pedazos.