La
chica sigue allí sentada, todavía con un amago de sonrisa en el rostro. Algunas
personas empiezan a desvelarse, pero no se levantan, observa Christian. Decide
centrar su atención en el joven sentado más lejos que su inventada Cassandra.
Al contrario de esta, él permanece con los ojos cerrados, inmóvil. Parece mayor
y cansado, aunque no debe tener más de veinticinco años.
Su
mente vuelve a tomar impulso y ,al cabo de unos segundos, viaja sin rumbo en
busca de otra historia con un nuevo nombre: Samuel…
“Samuel”,
su nombre es lo primero que recuerda el joven al despertarse. Sin embargo,
cuando abre los ojos solo ve oscuridad y el calor asfixiante que emana por las
paredes metálicas a su alrededor, amenaza con hacerlo desvanecerse de nuevo. Escucha
el sonido atronador de las máquinas a lo lejos. Se encuentra sentado en un
estrecho compartimento, su cuerpo demacrado y su ropa hecha girones lo hacen
parecer un saco de huesos pálido y débil. Samuel alza la vista: los barrotes
del techo le impiden llegar a un cielo sin estrellas, lleno de nubes. Pensando
en su situación, vuelve a decirse a sí mismo que su debilidad física no
importa, su cabeza sigue con tantas fuerzas como el primer día que despertó
allí, encerrado en una noche eternamente oscura.
Una
sonrisa irónica se asoma en sus labios resecos, aquello no durará mucho. Tantea
los paneles del suelo hasta encontrar el tornillo que dejaron suelto por
descuido, o eso piensa él.
Comienza
a caminar por el pasadizo, encorvado, debido a las pocas dimensiones del túnel.
No sabe hacia dónde le llevará, solo tiene la fe irracional de que será
cualquier lugar mejor que su celda. Los estruendos de las máquinas van
perdiendo intensidad hasta desaparecer por completo. “Samuel” la adrenalina le
ayuda a avanzar… “Samuel”, “Samuel” la voz suave de la libertad hace que sus
pasos se apresuren. Al cabo de unos minutos no puede controlar más su ansia por
salir de allí y corre, pierde el aliento, se cae, pero se levanta, siempre se
levanta. Sonríe sin saber porqué, está tan feliz que se asusta. Su carrera se
ve frenada súbitamente, Samuel siente una suave brisa que le acaricia la
mejilla… Solo puede significar una cosa.
Corre
más rápido si cabe, derrapando en las múltiples curvas del camino ¿aquello es
una luz?
La
molesta voz de megafonía vuelve a anunciar que se ha perdido una señora mayor
en Cuatro Vientos.
Christian
suspira y aparece de nuevo sobre su esterilla. “Era una buena historia, ambas lo
eran”, piensa, maldiciendo en silencio a la señora al otro lado de los
altavoces. Intenta dar con los rostros de Cassandra y Samuel pero esta vez no
los encuentra, un barullo de gente comienza a desperezarse y a levantarse.
Se
encoge de hombros, agradeciendo mentalmente a aquellas dos personas su desinteresada
ayuda para crear dos maravillosas historias.
Christian
decide levantarse y volver por completo a su vida real.
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