lunes, 6 de abril de 2015

Papá


Desde ese primer momento en que esa persona me tomaba en sus brazos, cuando aún ni siquiera sabía cómo abrir los ojos, y mi mano tan pequeña apretaba uno de sus dedos casi por instinto. Esos primeros días del amanecer de mi vida, cuando se despertaba a cualquier hora si me escuchaba llorar o pasaba tardes enteras grabando interminables vídeos en los que solo aparecía yo tirando cosas al suelo, jugando con un muñeco o chapoteando en la bañera, y me hablaba con una dulzura que solo conoce quien la experimenta.



Ese que, conforme iba pasando el tiempo, se acostumbraba a quedarse dormido cada noche en mi cama contándome un cuento, a despertar sabiendo que lo primero que yo haría sería aterrizar encima de él, a reunir la paciencia suficiente para secarme el pelo, a abrirme sus brazos cuando corría llorando hacia él, a ofrecerme su camiseta cuando me entraba agua del mar en los ojos, a subir las escaleras con mis pies sobre los suyos, a parecer terrorífico cuando me portaba mal, a enseñarme el apasionante mundo de los libros, a hacerme fotos hasta que ponía pucheros, a fingir que corría como un pato para que yo me sintiera más rápida...

Ese, el súper héroe, el cantante del momento, el protector, el maestro, el amigo, el payaso, el pilar (“mi” pilar) , y  mucho más, para mí, es mi padre. Y sin embargo, yo nunca le llamo padre, le llamo papá; y es curioso porque, cuando pienso en un padre lo veo a él y todo lo que hace, pero cuando lo llamo como realmente me gusta hacerlo, Papá, no solo lo veo a él y lo que hace, veo lo que siente.

Veo, como si pudiera estar ahí, la emoción y el miedo de sentirse padre cuando por primera vez me tomó entre sus brazos, veo su instinto de protegerme por encima de cualquier cosa, veo el amor en sus ojos cuando me observaba crecer a lo largo de los años, veo su angustia cuando lo miraba con odio  solo por intentar que comprendiese lo que es mejor para mí, veo su ilusión por conseguir crear a una persona que disfrutara de las victorias que él ganó y que alcanzara las metas que él no pudo. Pero sobre todo eso, veo claramente su principal determinación, que es verme feliz.

Es por esto que pienso que, teniendo en mi vida a semejante persona, me sería imposible no quererla y admirarla tanto como lo hago, me sería inimaginable no ser como él, no tenerlo como una de mis principales referencias tanto ahora, como en el futuro; al igual que tampoco concibo una vida en la que no me rodeen personas que sean por lo menos la mitad de lo que él es.

Es él, quien sin darse cuenta, con solo existir en mi día a día, ha creado un espacio en mi corazón que no sabe llenar nadie más que él. No solo ha conseguido que valore lo que es ser un padre, no solo me ha empujado a querer ser cómo él, sino que por encima de todo me ha enseñado a desear llegar a un futuro en el que otras personas sientan hacia mí lo mismo que yo siento hacia él.




Papá, no necesito ni tu aprobación, ni que te sientas orgulloso, tampoco necesito un “gracias”. Lo único que quiero es que seas esa persona, que me quieras y que nunca me dejes.


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