Al igual que no podemos
permanecer sin respirar, sin comer, sin beber, sin dormir, sin tener esperanza,
sin hacer algo mal, sin preocuparnos, sin descansar, sin movernos, sin aprender
o sin pensar durante demasiado tiempo. Igual que hay personas que no pueden
permanecer un día entero sin leer, cotillear, escuchar música, emborracharse,
bailar, enfadarse, criticar, ayudar, trabajar, saciar su curiosidad, hacer
ejercicio, molestar, reírse, inventar, escribir, recordar o hacer locuras.
Hay algo que no puedo evitar
hacer, aunque me empeñe en no hacerlo, y no es mirar las nubes o escribir
cosas, no, es simplemente: imaginar.
El estado de ánimo en el que me encuentre es
completamente irrelevante, imaginaré cosas buenas, cosas malas… no importa,
imaginaré algo sea lo que sea. Nunca mejor dicho, tengo la cabeza en las nubes.
Es cierto que en los momentos que debo centrarme, me centro y sin problemas.
Pero siempre habrá algún momento del día
que lo dedique a imaginar, aunque sea
únicamente un minuto antes de dormirme.
De hecho, soy de esas personas
que cuando solo se encuentran en cuerpo presente en un lugar, se les nota. Al
pricipio no me doy cuenta de que me he ido, simplemente mi cabeza decide que es
el momento oportuno para desconectar de la realidad y viajar bien alto a
cualquier situación imaginable.
Solo soy consciente de que me he
ido a mi planeta particular cuando la Tierra me arrastra de nuevo a su órbita,
normalmente, por acción externa.
Por lo que me han contado mis
personas más allegadas, pongo la típica cara de “poker”, muy seria, solo que
con los ojos un poco más abiertos de lo normal y una mirada vacía mirando a
ningún lugar concreto; de vez en cuando me pongo más seria o esbozo una pequeña
sonrisa, dependiendo de lo que esté imaginando, y después vuelvo a la expresión
serena típica de una escultura de la Grecia Clásica. Y cuando éstos me llaman
la atención (de ahí la acción externa) me comporto como si hubiera despertado
de un sueño.
Si os estáis preguntando qué me
ronda la cabeza en esos momentos, lo siento, pero son incontables. Pueden ser
cosas como las que escribo en mis entradas, cosas que no me atrevo a escribir,
cosas tan tontas que mejor que no las escriba, problemas, posibles situaciones
futuras, historias, canciones... el espacio que me queda se me quedaría corto.
En resumen, como bien aparece al principio del Blog, “pequeñas partes de mi
alma”.
De modo que si alguna vez me
preguntáis la típica frase: “Un penique por tus pensamientos”, ateneos a las
consecuencias, porque la respuesta es completamente impredecible.
Guau, ha sido leer la entrada y coincidir en casi todo. A mi me pasa igual: me voy a mi mundo muy a menudo y según me dijo un amigo (sino recuerdo mal o me lo he imaginado) por lo visto los ojos se me van o me pongo bizco o algo de eso, no estoy seguro :) pero bueno si es verdad que no lo puedo evitar; se me va la cabeza hacia mi mundo imaginando mil cosas que me gustaría que ocurrieran o a mi historias. Me ha gustado la entrada, me he sentido muy identificado la verdad, enhorabuena :)
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