domingo, 2 de junio de 2013

Reflexiones de la soñadora

Siguiendo el hilo de mis últimas entradas, voy a contaros algo curioso que me pasa cuando miro las estrellas (no lo puedo evitar, en otra vida fui un ave nocturna, ya lo sabes). Creo que si lo probáis esta noche os sucederá lo mismo:

Cuando estoy en la ciudad, muchas veces me empeño en que no se puede ver ninguna estrella y me enfado con las farolas por haber tantas y por contaminar mi cielo; sin embargo, si me quedo mirando unos segundos hacia arriba, empiezo a darme cuenta de que sí que puedo vislumbrar al menos algunas de ellas, pocas, pero estrellas al fin y al cabo. Y suele suceder que al cabo de unos minutos mirando aparecen más… y más… y más. Y yo suelo pensar: “Mira una… y otra… ¡y otra!”.

Hay que tener la paciencia y el interés necesarios para permanecer mirando al cielo el tiempo suficiente -y no sé lo que pensará el resto del mundo- pero para mí vale la pena.

¿Qué quiero decir con esta absurda observación?




Como soñadora que soy, cuando permanezco mirando las estrellas que hay en mi cielo tengo la costumbre de reflexionar sobre… cosas. Hace poco repetí este procedimiento y llegué a una conclusión interesante, y es que muchas veces pecamos de pesimistas.




Llegan determinados momentos en nuestras vidas en los que no vemos la salida, en los que no encontramos una solución a los problemas. Realmente hay miles de salidas y soluciones, pero permanecen escondidas bajo la autoritaria presión de nuestro propio pesimismo o tal vez bajo el manto de tristeza y desesperación que nos embarga de vez en cuando. De una forma u otra, nos empeñamos en no ver nada y desistimos de buscar nuestras estrellas mucho antes de empezar.

Te animo a dejar ese pesimismo de lado y a mirar, a buscar tus estrellas. No hay prisa, sé paciente, respira hondo y observa: la respuesta aparecerá sola ante tus ojos.

Y si con una sola no te contentas, persevera y muchas más seguirán a la primera, dale tiempo.

Claro que me gustaría poder ver todas las estrellas y maravillarme con su vista; claro que me gustaría tumbarme cada noche a mirar el cielo y encontrarme con semejante obra de arte.  Pero no siempre podré encontrarme en el lugar y el momento adecuados para hacerlo.

Aún así, con lo que tengo me basta para sentirme afortunada de tener un cielo que mirar, unas estrellas con las que soñar y el tiempo necesario para descubrir cada una de ellas.


Da igual lo mal que pueda estar o los problemas que tenga, lo importante es que no por ello se acaba el mundo ni desaparecen todas las estrellas;  y, sobre todo, lo más importante es que, a la hora de encontrar soluciones, el límite está en el cielo.

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