jueves, 6 de junio de 2013

Llámalo “Magia Inspiradora”


¡Qué buena sensación es sentirme inspirada! Esa sensación en la que empiezo a escribir y consigo plasmar justo lo que quiero plasmar en el lugar y en el momento adecuado. Cuando las ideas originales y fantásticas aparecen y se anticipan a tu mano, y tu bolígrafo no cesa de escribir y gastar tinta de forma vertiginosa…

¿A quién pretendo engañar? ¿Cuántas veces suele pasar esto? Pocas y contadas, desde luego, por lo menos en mi caso.

Raras veces me siento lo suficientemente inspirada como para escribir algo en el momento, sin pararme a pensar y sin necesitar encontrar la palabra perfecta.

Tal vez es porque soy muy detallista, porque también conozco a gente que le salen entradas como churros, pero yo no puedo. No sé si seré especial, pero lo que me lleva a escribir no es un golpe de inspiración. Más bien empiezo a escribir algo simplemente porque me apetece escribir, de lo que sea, no hay un tema concreto.

Decido comenzar a escribir y, poco a poco, aparece una idea; y a los segundos, minutos u horas aparece otra y así sucesivamente. Hay veces que he permanecido mirando a la nada bastante tiempo, rumiando alguna idea, para después escribir tres frases o, con suerte, un párrafo.

Es decir, que me inspiro a mí misma con las palabras que se me aparezcan primero como si de una revelación divina se tratase, o tal vez sean las palabras las que me inspiran poco a poco hasta que ellas solas cobran un orden lógico en mi cabeza… llámalo “magia inspiradora”. No lo sé, supongo que alguna pizca de imaginación debo esconder en alguna parte para que al menos se me ocurra esta entrada tan rara.

En cierto modo es divertido, pero también es bastante tedioso: releo, releo y releo todo lo que llevo escrito para poder encontrar alguna forma de seguir. O comienzo a escribir con dos ideas en mente y mientras plasmo una, la otra se esfuma sola de mi borrador mental.

Como ahora, hace tres segundos sabía lo que iba a escribir a continuación, pero ya se me ha olvidado.

Desde luego, qué ardua es la tarea de escribir y  qué reconfortante y entretenida a la vez. Eso sí, tienes que QUERER escribir.

Ya lo decía el tan famoso Platón: La educación del filósofo es como una cumbre difícil de escalar pero, cuando por fin consigue conocer, sentirá la necesidad de seguir aumentando sus conocimientos (estoy muy platónica últimamente ¿verdad?). Eso sí, quien no quiera conocer, no conocerá nunca.

Pues lo mismo sucede con el escritor: el camino es complicado y no siempre se consigue llegar a la idea perfecta, ni siempre se posee un golpe de inspiración; pero cuando por fin se consigue escribir algo que a uno mismo le merezca la pena, la sensación es indescriptible.

 Es por eso que sigo escribiendo y seguiré escribiendo hasta que ya no tenga más ganas de escribir. Y con esto me despido porque creo que Selectividad me está haciendo perder la poca cabeza que me quedaba, hasta la próxima entrada.

1 comentario: