¡Qué buena sensación es sentirme
inspirada! Esa sensación en la que empiezo a escribir y consigo plasmar justo
lo que quiero plasmar en el lugar y en el momento adecuado. Cuando las ideas
originales y fantásticas aparecen y se anticipan a tu mano, y tu bolígrafo no
cesa de escribir y gastar tinta de forma vertiginosa…
¿A quién pretendo engañar?
¿Cuántas veces suele pasar esto? Pocas y contadas, desde luego, por lo menos en
mi caso.
Raras veces me siento lo suficientemente
inspirada como para escribir algo en el momento, sin pararme a pensar y sin
necesitar encontrar la palabra perfecta.
Tal vez es porque soy muy
detallista, porque también conozco a gente que le salen entradas como churros, pero
yo no puedo. No sé si seré especial, pero lo que me lleva a escribir no es un
golpe de inspiración. Más bien empiezo a escribir algo simplemente porque me
apetece escribir, de lo que sea, no hay un tema concreto.
Decido comenzar a escribir y, poco
a poco, aparece una idea; y a los segundos, minutos u horas aparece otra y así
sucesivamente. Hay veces que he permanecido mirando a la nada bastante tiempo,
rumiando alguna idea, para después escribir tres frases o, con suerte, un
párrafo.
Es decir, que me inspiro a mí
misma con las palabras que se me aparezcan primero como si de una revelación
divina se tratase, o tal vez sean las palabras las que me inspiran poco a poco
hasta que ellas solas cobran un orden lógico en mi cabeza… llámalo “magia
inspiradora”. No lo sé, supongo que alguna pizca de imaginación debo esconder
en alguna parte para que al menos se me ocurra esta entrada tan rara.
En cierto modo es divertido, pero
también es bastante tedioso: releo, releo y releo todo lo que llevo escrito
para poder encontrar alguna forma de seguir. O comienzo a escribir con dos
ideas en mente y mientras plasmo una, la otra se esfuma sola de mi borrador
mental.
Como ahora, hace tres segundos
sabía lo que iba a escribir a continuación, pero ya se me ha olvidado.
Desde luego, qué ardua es la
tarea de escribir y qué reconfortante y entretenida
a la vez. Eso sí, tienes que QUERER escribir.
Ya lo decía el tan famoso Platón:
La educación del filósofo es como una cumbre difícil de escalar pero, cuando
por fin consigue conocer, sentirá la necesidad de seguir aumentando sus
conocimientos (estoy muy platónica últimamente ¿verdad?). Eso sí, quien no
quiera conocer, no conocerá nunca.
Pues lo mismo sucede con el
escritor: el camino es complicado y no siempre se consigue llegar a la idea
perfecta, ni siempre se posee un golpe de inspiración; pero cuando por fin se
consigue escribir algo que a uno mismo le merezca la pena, la sensación es
indescriptible.
Es por eso que sigo escribiendo y seguiré escribiendo hasta que
ya no tenga más ganas de escribir. Y con esto me despido porque creo que
Selectividad me está haciendo perder la poca cabeza que me quedaba, hasta la próxima entrada.
Estas loca...
ResponderEliminar