Llevo mucho tiempo pensando que
hablar del miedo es un asunto que tengo por resolver porque, parece que no,
pero muchas veces incluso contesto mis propias dudas acerca de algo cuando lo
escribo en una entrada.
Del miedo hay muchas teorías.
La mayoría de las personas
piensan que tener miedo es malo, que es símbolo de debilidad. Cuando éramos
pequeños y nos preguntaban de forma socarrona “¿Tienes miedo?”, todos nos
empeñábamos en contestar “Nononononono” cuando en realidad sabíamos
perfectamente que sí; pero nosotros intentábamos no solo aparentar, sino creer
de verdad que no teníamos miedo. Es
decir, para la mayoría de las personas, el hecho de ser valiente radica en no
tener miedo.
Y a todo esto yo me pregunto:
¿Realmente quien no tiene miedo es el más valiente… o más bien es tonto de
remate?... Y también me pregunto: ¿Realmente es algo malo eso de tener miedo?
Yo creo que el miedo va
intrínseco en el hombre, está en su naturaleza. Nuestra mente, ante una
situación de riesgo determinada, baraja las distintas posibilidades de lo que
puede suceder a continuación y decide escoger la más fatídica que se le ocurre,
de modo que se prepara para lo peor. Si
sucede esa fatídica posibilidad, la persona ya estaba alerta para hacerle
frente y finalmente dejará de sentir miedo (pero si no siente miedo al
principio para estar alerta, no llegará a dejar de sentirlo); si no sucede esa
situación, ya no tendrá tanto miedo la próxima vez. O, al menos, eso es lo que
yo creo. Así que el miedo puede ser algo útil.
Si alguien no tiene miedo desde
el principio, puede confiarse demasiado y acabar mucho peor que la persona que
tiene miedo.
A partir de todo esto, y tras
darle muchas vueltas al asunto, puedo
afirmar que la persona más valiente no es la que nunca siente miedo, sino la
que es capaz de ser consciente del peligro y afrontar la situación como mejor
pueda, superando ese miedo.
Me parece que me ha quedado muy
bonito pero cabe mencionar que también existen esos miedos irracionales que no
tienen ni pies ni cabeza y que van cambiando de magnitud según la capacidad
imaginativa de la persona.
Lo sé muy bien porque todos los
días tengo que lidiar con mi imaginación desbordante y debo hacer acopio de
todo mi ser racional para dejar atrás esos miedos tontos que surgen a veces:
como correr por casa cuando me quedo a oscuras para que no me atrape un ser invisible,
o no abrir los ojos cuando me despierto en medio de la noche para no descubrir
si hay algo observándome desde el rincón más oscuro de mi habitación.
Pero, en fin, mientras todo se
quede en eso…
Bromas aparte, mi consejo de hoy
es que hagas buen uso de tu cabeza. Recuerda que no es malo sentir miedo, solo
hay que utilizar el miedo a nuestro favor para saber cuál es la decisión más
inteligente, la que nos hace ser valientes (pero de verdad).
No hay comentarios:
Publicar un comentario