miércoles, 14 de agosto de 2013

¡Buh!


Llevo mucho tiempo pensando que hablar del miedo es un asunto que tengo por resolver porque, parece que no, pero muchas veces incluso  contesto  mis propias dudas acerca de algo cuando lo escribo en una entrada.


Del miedo hay muchas teorías.

La mayoría de las personas piensan que tener miedo es malo, que es símbolo de debilidad. Cuando éramos pequeños y nos preguntaban de forma socarrona “¿Tienes miedo?”, todos nos empeñábamos en contestar “Nononononono” cuando en realidad sabíamos perfectamente que sí; pero nosotros intentábamos no solo aparentar, sino creer de verdad que no teníamos miedo.  Es decir, para la mayoría de las personas, el hecho de ser valiente radica en no tener miedo.

Y a todo esto yo me pregunto: ¿Realmente quien no tiene miedo es el más valiente… o más bien es tonto de remate?... Y también me pregunto: ¿Realmente es algo malo eso de tener miedo?

Yo creo que el miedo va intrínseco en el hombre, está en su naturaleza. Nuestra mente, ante una situación de riesgo determinada, baraja las distintas posibilidades de lo que puede suceder a continuación y decide escoger la más fatídica que se le ocurre, de modo que se  prepara para lo peor. Si sucede esa fatídica posibilidad, la persona ya estaba alerta para hacerle frente y finalmente dejará de sentir miedo (pero si no siente miedo al principio para estar alerta, no llegará a dejar de sentirlo); si no sucede esa situación, ya no tendrá tanto miedo la próxima vez. O, al menos, eso es lo que yo creo. Así que el miedo puede ser algo útil.
Si alguien no tiene miedo desde el principio, puede confiarse demasiado y acabar mucho peor que la persona que tiene miedo.

A partir de todo esto, y tras darle  muchas vueltas al asunto, puedo afirmar que la persona más valiente no es la que nunca siente miedo, sino la que es capaz de ser consciente del peligro y afrontar la situación como mejor pueda, superando ese miedo.

Me parece que me ha quedado muy bonito pero cabe mencionar que también existen esos miedos irracionales que no tienen ni pies ni cabeza y que van cambiando de magnitud según la capacidad imaginativa de la persona.

Lo sé muy bien porque todos los días tengo que lidiar con mi imaginación desbordante y debo hacer acopio de todo mi ser racional para dejar atrás esos miedos tontos que surgen a veces: como correr por casa cuando me quedo a oscuras para que no me atrape un ser invisible, o no abrir los ojos cuando me despierto en medio de la noche para no descubrir si hay algo observándome desde el rincón más oscuro de mi habitación.

Pero, en fin, mientras todo se quede en eso…


Bromas aparte, mi consejo de hoy es que hagas buen uso de tu cabeza. Recuerda que no es malo sentir miedo, solo hay que utilizar el miedo a nuestro favor para saber cuál es la decisión más inteligente, la que nos hace ser valientes (pero de verdad).


No hay comentarios:

Publicar un comentario