Siguiendo la línea de mi última
entrada, voy a seguir hablando sobre otra de las virtudes que más aprecio.
No sé si las tres de la mañana es
una buena hora para intentar explicar lo que se me viene a la cabeza, pero como
llevo una lata de Nestea encima, no se me ocurre mejor pasatiempo que escribir
mientras espero a que regrese el sueño.
Puede que el motivo por el cual
tengo tantas ganas de escribir sobre esta virtud se deba a que estos días estoy
particularmente “insana-sanamente” feliz.
De un modo u otro, vuelvo a irme
por las ramas sin centrarme en la protagonista de esta entrada: la sonrisa.
Y no, con esto no quiero
referirme a que me encante una sonrisa bonita; no tampoco quiero decir que
estar todo el día sonriendo sin ninguna razón sea una virtud.
Admiro muchísimo a esas personas
que a pesar de todos los problemas que tienen en su día a día, a pesar de que
cualquier tristeza pueda nublar su corazón de vez en cuando, son capaces de
plantarle cara al mundo con una sonrisa. Y no porque se fuercen a sonreir, sino
porque se fuerzan a buscar motivos para hacerlo.
A esa clase de personas las
admiro tanto porque son capaces de darse cuenta de que cualquier cosa que nos
quite la sonrisa es mucho menos importante que todas las demás cosas que a lo
mejor siempre están presentes pero, aún así, hacen de nuestra vida algo un poco
más brillante.
A los adolescentes nos pasa algo
muy curioso: cuando surge ante nosotros un problema, parece que se nos va a acabar
el mundo, va a caer una bomba nuclear encima de nuestra casa y justamente
seremos nosotros los que caeremos en el agujero más profundo.
Es decir, lo vemos todo de color
negro y, muchas veces, de nada sirven las buenas intenciones de las personas
que nos rodean porque el “problema” es el asunto más importante de todos.
Solamente por el hecho de que
existan esas personas que intentan animarnos y ayudarnos, ya deberíamos ser
capaces de encontrar motivos para sonreir.
Acuérdate de mi entrada sobre
mirar las estrellas: ten paciencia y párate a observar tu mundo, porque seguro
que en medio de todo lo feo encuentras algo brillante por ahí escondido que te
saque una sonrisa.
Y con esto, me voy a dormir.
¿Cómo? Con una sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario