domingo, 4 de agosto de 2013

¡Patata!

Siguiendo la línea de mi última entrada, voy a seguir hablando sobre otra de las virtudes que más aprecio.
No sé si las tres de la mañana es una buena hora para intentar explicar lo que se me viene a la cabeza, pero como llevo una lata de Nestea encima, no se me ocurre mejor pasatiempo que escribir mientras espero a que regrese el sueño.


Puede que el motivo por el cual tengo tantas ganas de escribir sobre esta virtud se deba a que estos días estoy particularmente “insana-sanamente” feliz.

De un modo u otro, vuelvo a irme por las ramas sin centrarme en la protagonista de esta entrada: la sonrisa.
Y no, con esto no quiero referirme a que me encante una sonrisa bonita; no tampoco quiero decir que estar todo el día sonriendo sin ninguna razón sea una virtud.

Admiro muchísimo a esas personas que a pesar de todos los problemas que tienen en su día a día, a pesar de que cualquier tristeza pueda nublar su corazón de vez en cuando, son capaces de plantarle cara al mundo con una sonrisa. Y no porque se fuercen a sonreir, sino porque se fuerzan a buscar motivos para hacerlo.

A esa clase de personas las admiro tanto porque son capaces de darse cuenta de que cualquier cosa que nos quite la sonrisa es mucho menos importante que todas las demás cosas que a lo mejor siempre están presentes pero, aún así, hacen de nuestra vida algo un poco más brillante.

A los adolescentes nos pasa algo muy curioso: cuando surge ante nosotros un problema, parece que se nos va a acabar el mundo, va a caer una bomba nuclear encima de nuestra casa y justamente seremos nosotros los que caeremos en el agujero más profundo.

Es decir, lo vemos todo de color negro y, muchas veces, de nada sirven las buenas intenciones de las personas que nos rodean porque el “problema” es el asunto más importante de todos.

Solamente por el hecho de que existan esas personas que intentan animarnos y ayudarnos, ya deberíamos ser capaces de encontrar motivos para sonreir.

Acuérdate de mi entrada sobre mirar las estrellas: ten paciencia y párate a observar tu mundo, porque seguro que en medio de todo lo feo encuentras algo brillante por ahí escondido que te saque una sonrisa.

Y con esto, me voy a dormir.


¿Cómo? Con una sonrisa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario