Esta va a ser la última entrada
que dedique explícitamente a las virtudes que pienso que todos deberíamos tener
en mayor o menor medida. Para acabar, me gustaría hablar sobre algo que mucha
gente no sabe ni lo que es, si se come o no se come: la vitalidad.
Cada vez más y más personas se
acostumbran a una vida que tiene como eje central la cama o el sofá. Son personas que van arrastrándose
por las esquinas, que cada vez que ven una superficie potencialmente buena para
tumbarse o sentarse, no pueden reprimir el impulso de hacerlo. Son aquellos que
una vez se sientan en tu sofá, es muy difícil convencerlos para que hagan algo
por la vida.
Personalmente, eso no lo soporto.
Yo podré ser muy cómoda y pasarme una tarde entera tirada en la cama… pero UNA tarde.
No sé si soy la única, pero estas
vacaciones tengo especialmente ganas de salir a espacios abiertos donde pueda
mirar hacia todas partes y perderme en el horizonte; de disfrutar de cómo
el Sol me calienta la piel y lo llena
todo de un brillo especial cuando se refleja; de la brisa fresca que sopla de
cuando en cuando al caer la noche, que me revuelve el pelo y me da escalofríos
pero aún así sigue siendo agradable; de contar estrellas a lo “Una Soñadora” en
un lugar sin luz que me ayude a permanecer con los ojos bien abiertos tanto
tiempo como pueda ante semejante belleza; de dar largos paseos por el campo maravillándome
con el infinito baile de mis amigas las hojas de los árboles; de perderme por
las calles de mi propia cuidad o de un lugar desconocido sin prestar demasiada
importancia al sentido de la orientación; de nadar hasta que me salgan escamas
tanto en el mar como en la piscina, dando volteretas en el agua, haciendo “el
muerto” o simplemente nadar y nadar y nadar; de descubrir sitios nuevos y llevarme un
recuerdo de cada uno de ellos, que bien puede ser una foto, una flor, una
piedra o una mera servilleta.
Y no me importa hacerlo sola… pero si tengo la oportunidad de hacer todo eso
acompañada de una gran persona, mucho mejor.
Me considero una persona
tranquila, que disfruta haciendo cosas tranquilas, pero me gusta más hacer
todas esas cosas tranquilas fuera de esas cuatro paredes.
Por ejemplo, cuando veo una
ventana abierta, con las cortinas hondeando al viento, siento unas ganas
irrefrenables de asomarme al exterior y, una vez lo hago, me imagino todo lo
que podría hacer en ese momento si estuviera fuera de casa ¿No os ha pasado
nunca?
Realmente no valen escusas, si alguien
no quiere salir fuera es porque ha perdido la vitalidad que le quedaba y no
porque haga calor, haga frio, llueva o no haya nada que hacer al aire libre.
Siempre se pueden hacer cosas; siempre hay algo nuevo ahí fuera, esperándote;
siempre se puede recuperar la vitalidad; pero, sobre todo, siempre se puede
disfrutar como nunca del verano que queda por delante.
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