jueves, 3 de enero de 2013

No estés triste


Me he dado cuenta de que últimamente solo escribo cosas tristes, no quiero que alguien lea esto y se imagine tras estas líneas a una persona con una depresión perpetua. Aunque es verdad que mi punto fuerte para escribir son este tipo de emociones, no me gustaría que estas páginas deprimieran a cualquiera; así que hoy me apetece hablar de algo completamente distinto, porque en nuestras vidas ya hay demasiadas tragedias como para añadir más.
El tema que he escogido es uno que, cuando lo pienso, lo leo o lo escucho, siempre me saca una sonrisa con una pizca de nostalgia mezclada con una alegre incertidumbre: Las vacaciones.
Sí, parece que uno lee esta dulce palabra y se relaja al instante.
 Las vacaciones pueden servir para muchas cosas distintas: para ir a la playa o a la montaña, a la piscina o al mar, en avión o en coche;  para conocer a personas nuevas o para reencontrarse con las conocidas; para relajarse o para vivir al límite; para reinsertarse en el mundo o para escapar de él; para hacer de todo o para no hacer absolutamente nada; para encontrar el amor de dos meses más perfecto de toda tu vida o para aprovechar las horas muertas con la persona que te quiso, te quiere y esperas que te quiera para siempre… En vacaciones, todo es posible.
En cuanto a mí, prefiero mis días tirada al sol como un reptil, junto a las personas que me quieren, con las que puedo sonreir o estar seria sin pararme a pensar si debo estarlo o no. Tener el mar cerca de mis oídos, dar largos paseos por lugares que nunca he visto, no preocuparme por nada ni por nadie si no quiero hacerlo. Sentirme bien, reir hasta que me duela, volar tan lejos como mis alas me lo permitan. Comer helado hasta que se me congele el cerebro, compartir unos refrescos con los amigos durante horas y horas, disfrutar de las barbacoas familiares mientras pienso todo el tiempo que ha pasado desde que  los conozco y sorprenderme pensando que mi cariño hacia ellos no ha hecho sino aumentar. Jugar con las olas del mar hasta marearme para poder sentir más tarde, mientras duermo, el ir y venir del agua como si todavía estuviera zarandeándome…
Pero no acabo aquí: también quiero tener noches inolvidables, con risas que reboten en la oscuridad, conversaciones hasta el amanecer (e incluso después), locuras de la madrugada, la mirada de la luna llena y de las millones de estrellas que la rodean cuando no hay luces que las espanten; quiero bailar hasta que los pies no puedan con mi cuerpo, conocer a amigos que me duren media vida.
Quiero estas y muchas más cosas, aunque sé que peco de ambiciosa al menos  espero que este verano sea tan único como los demás.
En realidad, estoy segura de que habrá días que me aburriré tanto, tanto, que me entrarán ganas de escribir o a lo mejor ni eso. Habrá días que incluso tendré ganas de que no haya vacaciones para tener al menos algo que hacer. Yo soy así, no puedo evitar que renazca mi naturaleza inquieta, necesito estar haciendo algo para poder desear no hacer nada.



Volviendo al principio, puede que esta no sea la mejor de mis obras, pero estoy segura de que he conseguido que algún lector sueñe con mis sueños y, por lo menos, serán sueños felices.

2 comentarios:

  1. Las vacaciones me sirven para conocer las alegrias de los que me rodean. Me gusta mirarte detenidamente porque el resto del año intento hacerlo y, como tú dices, corre demasiado cuando no queremos. Así que siempre recordaré, entre muchas de las cosas que descubrimos, mirádote detenimente: cómo comes, como ríes, como te enfadas y como sueñas. Siempre guardaré esos momentos año a año.

    ResponderEliminar
  2. Oish que cosas mas bonitas me dices :)) un besazo!

    ResponderEliminar