Tengo una hora entera para escribir, pero como hoy estoy
bastante animada, porque he decidido dejar pasar todo y ser la buenísima
persona que seguro puedo ser, hoy voy a hacer algo distinto y voy a inventar.
Por la ventana de la sala de exámenes se distingue el muro
de ladrillos anaranjados del instituto, y más allá, veo un árbol que podría ser
algo parecido a un sauce y un eucalipto (admito que no tengo mucha idea de
botánica). Desde mi punto de vista, el Sol le da de frente. Tras él solo queda
la inmensidad del cielo azul y brillante que me recuerda a los principios de
verano. Aún con las ventanas cerradas, se escucha cantar a los pájaros y, de
vez en cuando, alguno aparece y desaparece entre las ramas del árbol.
Comenzaré a inventar: Por unos instantes voy a ser tan diminuta que
podría imaginarme perfectamente viviendo en ese árbol. Viendo cada mañana,
desde las ramas más altas cómo el Sol comienza a brillar sobre mi cara para
calentarme los huesos. Estoy segura de que le regalaría al Sol una sonrisa y
después miraría a todas partes con las
fascinantes vistas que podría tener desde allí.
Me encantaría agarrarme a una rama y columpiarme cuando
sople el viento, investigar cada recoveco de ese árbol descubriendo cada
día un lugar nuevo donde tumbarme a
descansar, a cantar, a jugar, a pintar… Me dedicaría a saltar entre las
delgadas ramitas cuando por fin ganara la confianza y el equilibrio necesario
para hacerlo y me reiría como una niña viendo cómo los pájaros me acercan la
cabeza para que les haga cosquillas en el cuello. Creo que incluso sería capaz
de agarrar una hoja por cada extremo y tirarme al vacío, gritando, cerrando los
ojos con fuerza y gritando aún más fuerte cuando volviera a abrirlos.
Bajaría por las ramas del gran árbol como si fueran un
alocado tobogán hasta llegar al suelo para beber agua y darme un baño mientras
lo riegan. Vería todas las mañanas a esas enormes personas del instituto
cercano, gritando, persiguiéndose con la mirada, intentando comprobar quién rie
más fuerte. Quizás incluso viera a una aumentada copia de mí, pero seguramente
no idéntica, porque ella caminaría de forma más insegura, con una sonrisa un
poco rígida y una mirada seria de alguien que por las circunstancias ha crecido
demasiado rápido… Mi diminuta yo
comprendería entonces que hay golpes que no dejan marcas por fuera.
Cuando llegara la noche, buscaría un lugar bonito y seguro
desde donde observar las estrellas, quizás dormiría cómodamente acurrucada
entre las plumas de un gorrión y lo haría con la sonrisa de quien espera un día
tan maravilloso como el anterior.
Algunas veces deseamos volver a ser niños, tener esa alegre
fascinación por todo lo que nos rodea, por muy simple que sea. Es cierto que no
podemos volver a ser niños, pero una parte de lo que fuimos debería quedarse siempre con nosotros. Por mi
parte, mi diminuta yo irá siempre saltando de árbol en árbol donde quiera que
yo vaya. Quizás me esté observando ahora mismo desde ese árbol que miro a
través de la ventana, saludándome tan feliz para recordarme que muchas veces lo
que necesitamos es confiar más en quien realmente somos.
Yo creo ke cuando compartimos episodios o anegdotas de nuestra niñes es porque la guardamos en algÚn rinconcito. Siempre con nosotros hasta que la memoria nos falle. Por eso te cuento historias en la que la protagonista weres tú. Tus risas. Tus ganas de saltar. cantar. Eres soñadora de historias increibles ke transforma tu juventud en infancia. Una mezcla fascinante ke no me gustaria que perdieras.los pies en el suelo para afrontar los dias que vendrán y los sueños volando hacia arriba. Donde eligirás mirar a tu niñez o encontrar felicidad en tus dias oscuros.
ResponderEliminarMuchisimas gracias! :)) con tu comentario le has puesto la guinda al pastel, un besazo.
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