Esto es una cosilla que se me ocurrió gracias a mi experiencia en la JMJ2011, en Madrid. Como es muy larga, la iré poniendo poco a poco... para darle más emoción al asunto... Aquí os dejo un adelanto:
Capítulo 1. Prefacio.
Cuatro
vientos, cuatro de la mañana. Miles y miles de personas cansadas después de una
noche de tormenta y fuertes emociones.
Todas
duermen manteniendo un silencio inquebrantable ante las primeras luces del
alba, que comienzan a asomar por detrás del gran escenario blanco donde
Benedicto XVI se pronunció hace solo unas horas.
De
todas esas miles de personas, sólo tres destacan entre la multitud; tres jóvenes
que permanecen despiertos a pesar del cansancio y el extraño frío que ha
surgido a mediados de agosto. Sentados en sus esterillas miran de un lado a
otro, percatándose de la mágica quietud que los rodea: ni un murmullo, ni el
sonido de los pájaros, ni un ruido de coche.
Están lejos unos de otros, tanto, que apenas
se distinguen las caras. Nunca han hablado, nunca han cruzado una mirada, y sin
embargo, algo en su interior les dice que están conectados; y se sienten como
una parte importante de un selecto grupo gracias al cual ahora contemplan la
misma inmensidad del mar en calma de personas que los envuelve. Cada una de sus
preocupaciones se ha esfumado en esos breves instantes en los que sus vidas han
decidido encontrarse…
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