Capítulo 2.
Marta
se encuentra en medio de las otras dos personas, cada una en un extremo de su
campo de visión. Viste una sudadera oscura y una bandera española que comparte
con su compañera de saco (y mejor amiga) le tapa las piernas.
Aún
así se estremece, el frío le cala los huesos y ni siquiera puede controlar los
temblores cuando acerca las rodillas al pecho.
Las
puntas de su pelo castaño asoman por el gorro subido de la sudadera. No es
demasiado morena, pero tiene unos ojos castaños profundos y soñadores.
Los
acordes tranquilos de una guitarra suenan suavemente en los auriculares de su
móvil. No puede creer que haya pasado toda la noche sin dormir, con los ojos
cerrados, pensando en lo vivido aquellos días tan intensos en los que se habían
sucedido muchas risas, confesiones y lazos de amistad.
Sin embargo, no todo había sido bueno, Marta
también estaba sufriendo ante el descubrimiento de la falsedad que había
permanecido escondida durante tanto tiempo en las personas que la rodeaban. Con
la dureza del suelo bajo su espalda y los murmullos de los últimos
trasnochadores, había tenido tiempo para reflexionar sobre todo aquello, sobre
cómo debía dirigir su vida desde aquella noche. De algo estaba segura: Algunas
cosas nunca serían como antes. Aquella noche habían aprendido más de lo que
todos pensaban.
Aquella
noche había sentido decepción y tristeza, pero con la llegada de los primeros
rayos de sol, y ante toda aquella serenidad, de repente ya no le parecía tan
malo todo lo que le había pasado. Al estar despierta, había podido disfrutar de
tan hermosa vista; al mirar a la gente con otros ojos, había aprendido lo que
es la verdadera amistad, de la que no lo era. Y lo más importante: al verse tan
sola en medio de tanta gente, había descubierto una confianza en sí misma hasta
entonces escondida.
Marta
sonríe, aunque no sabe muy bien porqué. Se queda así, como una tonta, mirando
cómo las estrellas van desapareciendo poco a poco del firmamento y
preguntándose si alguna vez volverá a tener una experiencia como aquella, donde
el frío deja de importar si puede seguir viendo ese paisaje. Se frota los pies
dentro del saco de dormir.
Los
acordes de guitarra se marchitan hasta fundirse otra vez con el silencio de la
mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario