Ya que estamos en vacaciones,
creo que es el momento perfecto para contaros otras de mis grandes aficiones a
lo “Una Soñadora” y es que me encanta sentirme, literalmente, como pez en el
agua.
Esta necesidad acuática se
remonta hasta que tengo uso de razón o incluso antes, cuando teniendo solo
algunos meses de vida ya era capaz de quedarme horas y horas en una palangana
llena de agua. Cuando crecí, esperaba con ilusión que llegaran las vacaciones
de verano para que me llevaran a un hotel con piscina. Y pensar que en un principio me daba miedo hasta la ola más pequeña...
Me encantaba y me encanta, sobre
todo, bucear- para hacer cualquier tontería bajo el agua, como mirar mi sombra o hacer "la croqueta"-.
Así que, viendo mis padres mi
pasión por el agua, decidieron apuntarme a clases de natación. De esas clases
solo agradezco el hecho de que me enseñaran a nadar, porque odio competir, de
forma que mis ganas de ir a clases acabaron cuando me eligieron para eso.
Siempre he sido más de estilo
libre, de aprender y divertirme a mi manera.
Debo reconocer que actualmente no
paso en el agua ni la mitad de tiempo que antes, pero el agua sigue ejerciendo
en mí una atracción sobrehumana, sobre todo el agua del mar (¿estar en la playa
y no meterme en el agua? Imposible); sería capaz de mirar el mar horas y horas
y horas.
Me sucede lo mismo que cuando miro las hojas
de los árboles, es una fascinación que después de dieciocho años todavía no
alcanzo a comprender; como cuando miras un paisaje fantástico y piensas “¡Qué
bonito!”, pero continuamente.
Para observar el movimiento del
mar prefiero esas olas enormes que te envuelven con su murmullo hipnotizador.
Sin embargo, a la hora de meterme
en el agua me gusta más un mar en calma, donde pueda hacer “el muerto” boca
arriba escuchando de cerca el sonido de mi propia respiración acompasándose con
el de las olas que chocan en la orilla.
Sé que estoy volviendo a sonar
cursi, pero es que me encanta.
Y lo mejor de todo, sin duda, es
un buen atardecer en la playa, con el cielo fragmentado en dos o tres colores
distintos mientras el sol se hunde cada vez más, y personas como yo lo observan
desaparecer mientras piensan en una nueva entrada cursi para su blog y se
fascinan porque sí, porque no saben mirar semejante paisaje sin enamorarse de
lo que ven.
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