martes, 30 de julio de 2013

¿Saber o no saber?



Es una cuestión que, por más que le busque la solución acertada, nunca soy capaz de llegar a ella. Unamuno dedicó varias de sus obras a tratar esta pregunta que, al igual que a mí, lo atormentó durante toda su vida. Por supuesto, no soy una persona tan TAN reflexiva como para que me afecte con la misma magnitud que a él, pero aún así siempre se me presentan situaciones en las que esa pregunta vuelve a aparecer.

Le estoy dando muchas vueltas al tema y ni siquiera he planteado la pregunta al completo: ¿Qué es mejor? ¿Saber siendo consciente de ello o saber pero ignorar a la vez lo que se sabe?

Es complicado, si fuera una altruista diría que siempre es mejor ser consciente de las cosas, pero soy humana,  tengo mis puntos débiles, y algunas veces desearía no saber lo que sé sobre algunas cosas y vivir tranquila y despreocupada. Cierto es que hay personas que, aún sabiendo lo que saben, no les afecta. No soy así en absoluto.

Como habréis notado,  no solo en esta entrada sino en la mayoría de las que he escrito, me como mucho la cabeza. No quiero hacerlo, pero le doy muchas vueltas a las cosas hasta marearlas. Me encantaría descubrir algo y no pensar acerca de ello, sino obviarlo como algo que está ahí y punto. Pero no, no puedo, si una idea me viene a la mente por primera vez, la reflexión está asegurada.


Para que os hagáis una idea: mi reacción cuando pienso en algo nuevo sería algo así como mirarte en el espejo y encontrar un lunar en la punta de tu nariz, que nunca había estado ahí; abriría mucho los ojos y miraría el lunar de lejos, de cerca, de perfil y del revés.

De ahí que muchas veces desee poder obviar las cosas, ignorarlas y seguir con mi vida como si nada.

Pero también hay veces que pienso si realmente sería feliz así, siendo una ignorante. Sería feliz,  sí, pero no sería la misma felicidad que podría sentir aún sabiendo lo que sé.

El pobre Unamuno, siempre dándole vueltas a la idea de Dios, no hacía más que escribir obras y  reflexionar sobre la existencia de una vida tras la muerte; llegando siempre que lo pensaba a la conclusión de que era imposible su existencia y deprimiéndose un poco más, hasta que decidió dejar de pensar y creer a ciegas.

Creo que según para qué cosas es mejor quedarse a ciegas, como aquello  que no podemos saber a ciencia cierta cómo acabará (creo que Unamuno llegó a la misma conclusión que yo). Pero para lo demás, al menos en mi caso, tendré que seguir reflexionando porque no soy capaz de hacer otra cosa. Me preocuparé, me equivocaré, recapacitaré, dudaré hasta de mis ideas y maldeciré a mi cabecita por marearme tanto.


Pero si no lo hago no llegaré a ser feliz porque no seré yo. 
Y ahora, que cada cual se las apañe con su propia cabeza.


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