lunes, 23 de junio de 2014

Lunática


Finalmente, después de todo un año, comienzan a contarse los días hasta el verano. Y con él, por fin puedo retomar mis queridas entradas escritas a altas horas de la noche, sentada en mi pequeño remanso de paz personal (mi terraza), con música tranquila de fondo, mirando al cielo y agradeciendo cada caricia de viento, como si la misma noche me saludara desde la lejanía.


Las palabras que se deslizan entre mis dedos mientras escribo durante estas veladas siempre me arrancan una sonrisa porque no dejan de tener a mis ojos ciertos retazos de magia, de penumbra, de intimidad... Poseen algo que no posee cualquier entrada y, siendo franca, es necesario que le atribuya el éxito de que despierten en mí tales sentimientos a quien considero mi musa, mi segunda madre, mi inseparable amiga, mi fiel compañera, ella, la Luna.

Todavía no dejo de recriminarme a mi misma no haber descrito alguna vez el gran cariño que le atribuyo y la sensación de reverencia que me embarga cuando la miro. Sin embargo, más vale tarde que nunca y, de una forma u otra, este es un más que buen momento para hablaros de ella, porque esta noche es Luna llena. Teniendo en mente durante varias semana escribir esta entrada y, aunque no iba a escribirla todavía, no podía desperdiciar esta oportunidad para dedicarle estas palabras, puesto que esta noche parece mirarme con su amplia sonrisa asomada desde la infinidad del cielo.

Luna, tanto que decirte sin saber por dónde empezar, tanta admiración que profesarte, tantos fragmentos de mi vida que aparecen ante mis ojos cuando te miro, estando siempre tú en el centro de todo.

Como esas veces en las que ya desde pequeña te observaba a través de las ventanillas del coche, viendo cómo me sonreías mientras parecías correr a lo largo del cielo nocturno para que nunca pudiera perderte de vista; o esas veces que estando en la playa, con personas eufóricas a mi alrededor, me rodeabas con tu aura de paz, haciendo que cayera en tu hechizo y no existiera nadie más, como todas y cada una de las ocasiones en que me paraba irremediablemente a mirarte; también en momentos en los que, ansiando tu resplandor, te veía arriba en el cielo en un contorno difuso por culpa de mis lágrimas, y tu brillo no hacía más que extenderse, como si realmente pudieras abrazarme y hacer que te sintiera increíblemente cerca estando tan lejos.

Ya ves que me es imposible no admirarte en cualquier forma que puedas presentarte: en forma de sonrisa, escondida entre las nubes o rodeándote de ellas, sola como en un pedestal del cielo de la ciudad o entre una fiesta de estrellas, escondiéndote en el mar cual barco de vela, retando a la luz del sol alguna que otra mañana, o - como más me gustas- enorme, como hoy, cuando haces tu entrada inaugural en una nueva noche de Luna llena.

Es debido a todo esto que a veces se me olvida que a ojos de la mayoría eres solo una roca sin vida flotando a nuestro alrededor, capaz de influir, tal vez, en las mareas. Personalmente, creo fervientemente que algo más debes esconder para que levantes tantas pasiones y para que hasta los animales te quieran y te llamen en la distancia; igual que el hecho de que has sido capaz de centrar todas mis palabras en ti sin siquiera percatarme de ello.


No hay más que escribir, me despido de todos y me quedo con ella, para continuar todo lo que me queda por contarle, para imaginar su respuesta y para perdernos en esta noche, entre tenues ráfagas, elegantes nubes y pequeñas estrellas.

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