Hará aproximadamente una semana,
me quedé mirando las nubes (como ya os dije en mi última entrada). La vista me
pareció impresionante- llamadme loca, pero me pasa muchísimas veces-. Cada vez que lo hago intento guardar la imagen
en mi cabeza, como si de una fotografía mental se tratase, las voy
coleccionando poco a poco.
De hecho, creo que en otra vida
fui un pájaro, porque de otra forma no
me cuadra cómo puede gustarme tanto todo
lo relacionado con el cielo: las nubes, la luna, la lluvia, las estrellas, el
viento…
Sí, muchos estaréis pensando qué
cursi resulta todo esto… lo admito, soy cursi en estas cosas.
Cada vez que observo a los
pájaros, volando tan alto, sin preocupaciones, disfrutando de una vista
privilegiada y cantando todo el tiempo, me asalta la envidia de no ser uno de ellos,
de no tener alas, de no poder volar más que mediante mi imaginación.
Ojalá pudiera pasarme toda la
vida tirada en el campo o en la playa, mirando el cielo, pensando en la infinitud
del mundo mientras miro entre las nubes y cerrando los ojos cuando el Sol y el
viento se pongan de acuerdo para acariciarme la cara a la vez. O bien maravillándome con las millones de estrellas que podría ver
si no hubiera ningún tipo de luz artificial, observando la cadencia del brillo
de cada estrella, imaginándome una de ellas y hablando con la Luna.
Me encanta la Luna porque siempre
está ahí: si estoy triste, la miro y me consuela; si estoy feliz, la observo y
me fascina aún más. Pensándolo bien, creo que podría concretar aún más y decir
que en otra vida fui un búho, una lechuza o tal vez incluso un murciélago,
quién sabe.
La cuestión es que hará una
semana, mientras observaba a mis amigas las nubes me propuse escribir una
entrada sobre ellas. Sin embargo, qué más puedo contarte de ellas aparte de que
son preciosas, que me encantan por delante y por detrás, se refleje una luz u
otra, en invierno o en verano, pequeñas o
grandes, separadas o muy juntas… Pues eso, que me encantan. ¿Lo repito otra
vez? ME ENCANTAN.
Para terminar, y para que no
pienses que me he vuelto loca por completo, voy a explicarte de dónde viene
esta fascinación mía:
Me inspiro en ellas. Me coloco
mis cascos, subo la música, me siento en el suelo a cielo abierto y las miro.
Te puedo asegurar que algo nuevo se me ocurre cuando hago todo esto, o tal vez
reaparezcan recuerdos que creía olvidados
o simplemente me relajen y ya está. De una forma u otra me hacen
compañía, me tranquilizan, evocan en mí
nuevas ideas y me hacen esbozar, como mínimo, una pequeña sonrisa.
A mi opinión me ha quedado una
entrada bastante… “zen” ¿no? Creo que viene muy bien en un sábado como este.
PD: Si alguna vez necesitas
inspiración, hazme caso y mira al cielo. El secreto está allí, en las nubes.
Me gusta tu entrada :) Como escritor que quiero ser, creo que te haré caso y un día de estos miraré las nubes a ver si dan más inspiración de la que suele darme lo que me rodea. Me has dado una buena idea, gracias :)
ResponderEliminarPD: He borrado el otro comentario porque me equivoque en una cosa :P
EliminarMe alegro de que te haya servido de ayuda, la verdad es que nunca se sabe de donde te puede venir la inspiracion :) un abrazo
ResponderEliminarLo ke hace el aburrimiento. Me gistaria mirar hacia arriba más a menudo. Lo de la luna es según tu abuela porke naciste justo con 9 lunas. Aunke eres ochomesina, tienes tus 9 lunas.
ResponderEliminarJajajaja cierto cierto :)
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