Cuatro
vientos, seis de la mañana. Miles y miles de personas cansadas después de una
noche de tormenta y fuertes emociones. Comienzan a levantarse pesadamente, aún
están medio dormidas. El frío se marcha con tranquilidad ante las luces del
alba. De todas esas miles de personas, solo tres ya están completamente
despiertas.
Las
tres se han conocido sin darse cuenta, han adivinado mucho, aunque piensen que
es poco; han cambiado sus vidas en solo unos instantes; han visto luz y
esperanza, cada uno a su propia manera.
Ya
no consiguen verse las caras, la multitud se lo impide; tal vez ya no recuerden
cómo eran los rasgos de los otros dos; pero aquella sensación de sentirse
formar parte de un momento único no lo olvidarán en mucho tiempo.
Y
es que Christian nunca querrá dejar de ser ese Christian, alguien capaz de ver
más allá de lo que los demás alcanzan a vislumbrar.
Marta
se ha propuesto ser Cassandra, sentirse libre, querida, desinteresadamente
feliz.
Y
Jérome sin darse cuenta ha aprendido a ser Samuel, persiguiendo su propio paraíso
hasta el último momento.
Ciertamente,
eso es algo por lo que todos luchamos y por lo que no debemos rendirnos aunque
tengamos todo en nuestra contra.
Nunca.
Aunque
parezca que nada tiene sentido.
Nunca.
Aunque
creas que a nadie le importas, que sin ti nadie perdería nada en su vida, nunca
estarás completamente solo.
Nunca.
FIN
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